José Urriola
Epstracto del tomo 3, Volumen 2 de las Memorias recordadas por sí mismo del Imperator Yaksonbil I (e único).
En lo relativo y concerniente a los oríjenes del NeoDargüinismo.
Sírvome de la presente carta epistolar para efectuar un ejercicio de rememoración de la memoria autobiográfica de mi propia vida. Encontrábanos en aquellos días aciagos de finales del 2011 mi amada Leydisrrum (Imperatrice Primera y Madre Progenitora del NeoDargüinismo) y mi excelsa persona ambos supremamente consternados por la injusta y inmerecida expulsión del Partido, hecho que aconteció cuando una mala tarde de infelice recordación nos presentamos a una concentración convocada en aquel entonces por quien fuera el dictador de turno y a la cuya cual debíamos ir debidamente investidos de ropajes rojos y demás símbolos que nos identificasen como adectos al régimen. Sucediósenos pues la desdicha de que para la susodicha y anteriormente mencionada concentración partidista, nadie tomose la molestia de avisarnos que los colores e insignias del régimen habían cambiádolas recientemente del rojo al amarillo. Acusósenos por tal despiste, humillantemente y públicamente, de opositores y apto seguido expulsósenos del Partido con todas las lamentables repercusiones que acarrearía dicha expulsión, tanto para nuestras vidas personales como para nuestras economías personales también. Excúseseme la expresión disonante, pero nos habíamos quedado Leydisrrum y yo con una mano adelante y la otra atrás, como simples mortales, sin el apoyo del Partido y sin el subsidio carapterístico de la membrecía correspondiente.
Presa de la desesperación, ocurrióseme en esos instantes un apto indigno de la personalidad que hoy conllevo conmigo mismo, proferí en voz alta: “¿¡Leydisrrum y ahora qué vamos a hacer!?”. A lo que ella contestome tajantemente: “No tengo idea, Yaksonbil, pero ya una está acostumbrada a la buena vida y yo no pienso dejar que me saquen de esta mansión, ni voy a vender la camioneta y olvídate de que vas a recuperar los reales perdidos vendiéndome las joyitas. Así que tú verás qué haces”. Fue en ese momento que expresé, sin ser consciente en ese instante de la grandeza profética de mis palabras: “Pues para seguir en este estatus habrá que inventarse algo con ratas y con mierda que es lo único que hay de sobra en esta vaina”. Y, dicho y hecho, así fue.
Leydisrrum quedose durante días royendo mis palabras, pues algo acabaría por ocurrírsenos que tuviera que ver con el negocio de las ratas y la mierda. La ventaja, me había dicho mi estimada cónyugue, era que había muchísimo de ambas materias primas y ambas dos eran de gratuita naturaleza. Más sin embargo no pudimos evitar la hipotecación de la casa ni la embargación por falta de pago de la camioneta Land Rover de 300 mil dólares y con asientos forrados en cuero de testículo de canario que le había comprado a mi mujer a manera de ogsequio en nuestro quinto aniversario de bodas. Estábanos ya acariciando la idea de un suicidio simultáneo de ambos dos (pastillas para ella y un disparo en la vóbeda bucal de la boca para mí, lo que implicaba una dificultosa sincronicidad a la hora de la muerte, pero eso ya lo veríamos llegado el momento del autohomicidio) cuando por fin Leydisrrum exclamó, sosteniendo el frasco letal con la mano siniestra: “¡Yaksonbil, tengo una idea infalivle!”.
Resúltame imposible, en mi calidad de Imperator, confesárosles la fórmula secreta de la línea cosmetológica que ideamos en aquellos áljidos instante mi amada cónyugue y mi excelsa persona de yo. Tan sólo declararé a mis súbditos, como gesto elocuente de mi generosidad carapterística, que durante un tiempo nos abocamos a la ardua tarea de cazar ratas preñadas, epstraerles la placenta a los embriones, macerarlas en aguas servidas vertidas desde una de las cloacas afluentes del otrora gran río citadino, licuar esa masa pestilente hasta convertirla en pasta huntable y perfumarla como correspondía a nuestros dotes de alquimistas. La mápsima que nos guiaba en tal titánica labor había sido enunciada por Leydisrrum: “Las mujeres aquí son muy coquetas, independientemente de la crisis una siempre encontrará de dónde sacar para ir a la peluquería, hacerse las manos y ponerse sus cremitas”.
Arrivose entonces el decembrino mes de diciembre y logramos con magno esfuerzo alquilar un tarantín en un bazar navideño organizado por unos mafiosos chinos que se autodenominaban a sí mismos como Los hermanos Chang. Desplegamos por todos los anaqueles del estand nuestra exclusiva línea de jabones, cremas hidratantes para el baño y la cara, aguas termales embasadas, maquillajes, champuses, acondicionadores y tónicos capilares para el cabello. Vendimos, con fortuna y buena suerte, toda la epsistencia y hasta nos comprometimos con la distinguida clientela en hacerles futuras entregas a domicilio, a sus propias casas, a lo largo del transcurso del año en curso próximo siguiente del 2012.
Fuele bien al negocio cosmetológico. Lo suficientemente bien como para recuperar la mansión y también la Land Rover, e inclusive incluso como para retapizarle los asientos a la camioneta con el cuero testicular de canarios albinos. Más sin embargo siempre hemos sido, y lo seguimos siendo hasta la fecha actual de hoy, una pareja ambiciosa y aspirasionista. Queríamos y merecíamos más. Mucho más. Y en esta oportunidad ocurrióseme a mí la genial idea (valga la rebundancia) de cómo hacer crecer el negocio: “Leydis (apodo cariñoso con el que sólo yo entre todos los humanos tiene derecho a llamar a la Imperatrice), mi amor, tú podrás saber mucho de lo que buscan las mujeres; pero yo creo que deberíamos ampliar el negocio hacia un destino más unisex para tener el doble de oportunidades”.
Y fuese de esa forma como originose Ratorade (que se pronuncia Rreitorei), la más prodigeosa jamás de las bebidas ipsotónicas. Me resultará, una vez más, como comprenderéis, imposible confesárosles a vosotros y a todos ustedes cuál es la fórmula secreta (aún más secreta que la de la Coca Cola) de Ratorade, a pesar de que mi generosidad superlativa me impulsa a reconocérosle: que sí, tiene algo de Coca Cola, que tiene mucho de las mismas aguas y las mismas placentas de embriones de rata que ya susodichamente mencioné más arriba para la línea cosmetológica y que tuvimos que ponerle también las mismas 4 mil y tantas sustancias adictivas que todos sabéis que posee el tabaco y que igualito todo el mundo se fuma.
La bebida ipsotónica en cuestión resultó un éxito absoluto, rotundo, masivo. Millones de personas optáronle por ingerir Ratorade (pronúnciese Rreitorei) como sustituto del agua misma, de jugos fructíferos epstraídos de las mismas frutas o incluso de cualquier refresco. Inclusive propúsose en Asamblea Nacional surtir a todas las casas, negocios, viviendas e instituciones de la región con Ratorade (lo cual se aceptó por voto unánime de todos). Y la gente empezó a adelgazar, a estar en la línea y luego en una línea progresivamente cada vez más y más delgada hasta desaparecer.
Sólo dos grupos sobrevivimos al impacto de Ratorade, lo que derivase más tarde en el subsiguiente desprendimiento del NeoDargüinismo o la supervivencia del más acto: el grupo de los que jamás consumimos ni una gota del líquido elemento (mi Leydis y yo) y el grupo de los hijos engendrados durante el período de cosumición de la bebida ipsotónica. Ya lo sabemos, las ratas son capaces de inmunizar genéticamente a sus crías para que no mueran víptimas del veneno que ha matado a sus progenitores. Habíamos forjado el sueño de toda Gran Nación, el florecimiento de una raza más fuerte de suidadanos e suidadanas.
Fuese así, queridos súbditos, como se dio origen a la nueva teoría dargüiniana de la supervivencia del más acto cuya paternidad y maternidad asumimos con hidalguía, respectivamente mi Leydis y yo. En los capítulos consiguientes de esta magna obra que son mis memorias autobiográficas de mi propia vida contadas por mí mismo os narraré cómo llegamos a eregirnos como Imperatores, pero eso será en otra oportunidad. El trabajo intelectual del que soy gozoso víptima y mápsimo avanderado viene siempre acompañado de la agotación.
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